Fotografía de César Cerón
miércoles, 28 de enero de 2015
COMUNIÓN PAGANA.
Cada verano se repetía la misma historia: los niños, los
jóvenes, los adolescentes… cambiaban de hábitat durante dos o tres meses.
Abandonaban su condición de mamíferos terrestres para volver a su pasado
anfibio. Regresaban al mismo elemento que hace miles de millones de años vio
germinar los primeros rastros de vida en este planeta. Y, así, mediante aquella
mística comunión pagana, iban alejándose poco a poco, para no regresar jamás,
de su infancia y de su juventud. Verano a verano, sin saberlo, el agua los iría
acercando hasta la edad adulta. Su juventud se perdería en los fondos azules de
los mares de su vida. Y así ocurriría hasta que, inevitablemente, toda la
historia de la evolución completara la metáfora de su recorrido en el cuerpo de
cada uno de aquellos muchachos y de cada una de aquellas muchachas.
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