Anoche, sobre las 3h de la madrugada, vino a verme San Fermín. Hacía tiempo que no tenía alucinaciones extrañas, así que la visita del santo patrón de Navarra ha sido como un reencuentro conmigo mismo. Una reafirmación de la propia esencia y una recuperación de la existencia perdida.
-Gora San Fermín! -le he dicho nada más verlo, reluciente y único, hipnotizado por su piel de oro y su estúpido gorro dorado con forma de consolador.
-Gabon, pobre mortal. Kalimotxo katxi bat? -me ha dicho mirándome con sus grandes ojos fijos como los grandes ojos fijos de una gigantesca mosca muerta.
Lo he invitado a entrar, por supuesto. Nos hemos sentado en el salón de casa y hemos estado bebiendo cerveza y kalimotxo hasta bien entrada la tarde del día siguiente. Yo no quería terminar así. La idea era beber un rato y después, cuando San Fermín se hubiera marchado, seguir durmiendo hasta las 9h ó las 10h de la mañana, salir a comprar el periódico, tomar café sentado en la terraza, ir al parque a jugar con mi hijo... Pero claro, mis ideas tan sólo son determinaciones abstractas de la Idea, de la verdad como concepto que se determina a sí mismo en un contínuo devenir (no lo digo yo: lo dice Hegel); mis ideas se niegan a sí mismas en el preciso instante en que pretenden manifestarse como verdades por ese extraño mecanismo que es la dialéctica hegeliana: idea pretendidamente verdadera (tesis) // idea manifiestamente falsa (antítesis) // idea como un nuevo giro en la búsqueda circular de la verdad absoluta (síntesis). Es decir, si mi idea era no liarme, la Idea ha sido liarme. Tengo ese problema.
El caso es que San Fermín (o Fermintxo, como lo llamo yo) ha sacado un camoto de speed y otro de farlopa y hemos estado metiéndonos rayas hasta que de las bolsitas no quedaba ni el alambre. Para que os hagáis una idea, eran las 15h de la tarde cuando bajé al chino a por la última tanda de litros. Así se las gasta Fermintxo, el único, el intocable, el valiente.
Aunque su condición de obispo y evangelizador de los euskaldunes parecen indicar lo contrario, San Fermín es un tío majo. Hemos hablado sobre la cumbre del G20 en Hamburgo, sobre lo ocurrido en Altsasu, sobre los refugiados sirios, sobre Kortatu y Hertzainak... sobre el Athletic, también. ¡Cómo no iba yo a hablar sobre el Athletic con Fermintxo, joder! Hemos hablado y hablado y seguíamos hablando hasta cuando íbamos a mear y ha sido ahí precisamente cuando San Fermín me ha dado su buena nueva:
-Mira, Pako -me ha dicho con su carita de shemale angelical-, llevo tiempo con ganas de decirle algo a toda esa gente que viene a Pamplona año tras año a ponerse hasta el ojete mientras cuadrillas de violadores de mierda meten mano a las chicas y toreros de pacotilla masacran toros en la plaza. Pero al final nos ponemos con lo del chupinazo y lo de la ikurriña en la plaza, lo de los presos y lo del vino, y nada... ¡que se me termina pasando! Así que aprovechando que hoy voy bien puesto y que si me vuelvo ya para casa voy a comer techo seguro, ¿te importa que te deje a ti el mensaje y ya te encargas tú de ponerlo en facebook o donde sea?
-Faltaría más, San Fermín, Fermintxo, Ferminito... para ti lo que haga falta. Aquí tienes a un amigo. Habla que yo tomo nota.
-Pues mira, mi mensaje es muy sencillo: como todos podéis comprobar, mi cabeza tiene forma de polla. Es más, de hecho todo mi cuerpo es como un enorme falo que se levanta sobre dos voluminosos testículos cubiertos con un manto sagrado. Soy, todo yo, uno genitales masculinos santos y divinos. Así que os invito a todos vosotros, los que celebráis la ranciedad de España como si estuviérais en un concierto de Los Porretas, os invito, digo, a cojer mi cabeza y a introducirla suavemente en vuestros malolientes traseros, primero el gorro, luego la testa, después los hombros... y así hasta que todo mi cuerpo esté dentro de vuestros cuerpos, hasta que mi cabeza ocupe el lugar de vuestras cabezas, hasta que yo sea vosotros y vosotros seais yo. Es decir: METEROS A SAN FERMÍN POR EL CULO Y EMPUJAD BIEN ARRIBA. Hasta tocar tope. Esa es mi buena nueva y yo os la hago llegar por boca de mi siervo y gran amigo, Pako. Amén.
Tras pronunciar este briconsejo, el santo patrón de todos los navarros se ha elevado dos metros sobre el suelo y ha salido por la ventana levitando despacito hasta el infinito y más allá.