martes, 18 de marzo de 2014

ÚTERO INFINITO

Aquel pequeño lo tenía decidido: jamás saldría de allí. Nunca nacería. Sólo flotaría en la inmensidad de aquel infinito saco de líquido amniótico. Se perdería en las oscuras aguas de su universo uterino, espacio elemental a la altura del más grande de los océanos, descendiendo hasta las oscuras fosas placentarias donde nunca llega la luz. Y así, mezclándose con las criaturas abisales que habitan en lo más profundo de los mares femeninos, sería inmortal. Porque los que no nacen, los que nunca alcanzan la superficie, tampoco pueden morir.

 
Fotografía de César Cerón